Páginas

lunes, 28 de marzo de 2011

De muros y otros animales



Esta podría ser una crónica obsoleta y tardía de un concierto de los denominados "grandes" por toda la prensa y todos los públicos (esto empieza a oler, ¿no alcanzáis a olfatear un cierto tufillo de putrefacción?¿Todavía no?...pues esperad un poco, y tal vez vomitéis...), pero no es la intención. Son tan sólo un par de reflexiones o diez, y alguna conclusión estúpida (o no tanto), acerca de las percepciones que a raíz de tal acontecimiento se fueron sucediendo en ésta mi persona.

Como alguno ya habrá podido adivinar, el evento en cuestión se trata del "show" (nótese que no utilizo cualquier otra palabra) ofrecido por Roger Waters, miembro fundador de Pink Floyd, (por doble partida este último fin de semana en Madrid y que se repetirá en Barcelona mañana y pasado), recuperando el "¿espíritu?" de aquel otro ofrecido durante la caída del muro de Berlín en 1989. Pongámonos en antecedentes: la ópera rock "The Wall" se publica en 1979, y la gira se va al traste después de pocos conciertos, entre un montaje carísimo y una financiación dudosa. Luego viene la peli "Pink Floyd The Wall" en 1982 dirigida por Alan Parker y escrita por el propio Waters, de la que destacaremos las ilustraciones de Gerald Scarfe, y que es considerada una obra maestra antibelicista. Luego la reunión, para hacer el concierto de cuando la caída del Muro, y ya está. Hasta ahora.

Para empezar decir que el lugar elegido para este "remember", el Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid, es una pena que no se quemara entero en su día, que tiene el color más feo que he visto en mi vida, y que los que se dedican a organizar estos eventos en su interior pecan de un clasismo aberrante (el mítico cerdo volador que sobrevoló las cabezas, durante el concierto, de los "pobres"que pudieron acceder a la pista, se lo dedico a todos ellos...), dedicándose a ocupar la mitad del aforo de pista (miles de localidades posibles) por unas gradas (sólo unos cientos) que llegan hasta la mitad de la cancha, y cuyo precio evidentemente aumenta ostensiblemente.

Ya se sabe, los Pink Floyd no son para pobres, sino para ricas hacendad@s con abrigo de visón (de visón del Zara eso sí) que puedan pagarse una entrada semivip; porque no te dan palomitas, ni canapés ni na de ná, después de haberte gastado lo que no está escrito...o sea, que para lo de los canapés, imaginaos el precio de la entrada... yo no puedo, ni quiero... a todos esos a los que el salmón con brie se les quedó en los dientes en éste o algún otro concierto supervip, los ponía en el medio de las primeras filas de uno de Slayer para que pudieran apreciar verdaderas emociones fuertes... y que conste que mi culo se sentó en la grada central gracias a la invitación de un amigo (sino ahí se hubiera quedado Roger Waters, sin mi imprescindible presencia... jajaja... faltaría más), por lo que no debería quejarme; pero me quejo, por defecto y por ovarios, ustedes elijan... y para colmo un haz de cables de sonido bajando del techo al suelo, en "tó" el medio, que no los pudieron llevar por el techo por lo que se ve, cosas del sonido quadrofónico...

La música de esta ópera rock en cuestión, cansina por ende (The Wall es probablemente el disco que menos me mole de los Floyd, y sólo se salvan las composiciones escritas por Gilmour), fue lo que es. Eso sí, la gente encantada, según los comentarios escuchados en el baño mientras me fumaba un cigarro (delinquiendo, sí, señores...) sentada en la taza del water:

-"Jo, tía, yo ni sabía quién era Pink Floyd, pero mi novio que es músico (tonillo de mi novio es músico y yo soy guay) pues me tenía frita y al final he venido, y la verdad es que merece la pena"- dicen unas maduras mechas rubias de acento gallego muy refinado -"!que sónido!"

-"¡Impresionante!, ¡que iluminación!, ¡que montaje!... y los fuegos artificiales del principio, ¡buahhh!"- otra voz surgida de unos pendientes de perlas de las buenas responde...

Así que sí, a la gente le gustan los fuegos de artificio, las lucecitas, todo lo que brilla... en fín, que decir, recomendarles un poco de LSD para que se lleven el momento puesto y puedan repetirlo una y otra vez frente a su televisor hasta que se queden ciegos. Ciegos para no ver lo demás, las fichas de defunción de los muertos en combate, de las víctimas civiles y de activistas, o las imágenes de los niños explotados o las mujeres humilladas que se iban proyectando durante el show. Seguro que no se les saltó ni una lagrimica...

Por otro lado, no todo es crítica destructiva en estas líneas. Lo más impresionante de este espectáculo que estamos tratando, es sin duda y desde mi punto de vista, la construcción del muro que da origen y sentido a todo lo que se vió (pero no sólo eso, tened paciencia...). El concierto está estructurado en dos partes (con descanso de 20 minutos entre ellas como en toda ópera que se precie), en la primera parte se va construyendo un muro gigantesco que termina ocultando a toda la banda, y a partir de entonces las notas se crean, invisibles, al otro lado del muro, inalcanzables y prohibidas. Durante la segunda parte, un rato mirando al muro, frente a la pared, castigados en una escuela que algunos llaman vida, mientras la música suena. Luego el muro cae. Y Fin.

Pero lo más importante es tener conciencia de la experiencia de cómo se va formando el muro mientras las imágenes de la peli de "The Wall" y algunas otras nuevas, son proyectadas sobre él. Cuando quieres darte cuenta el muro está construido, ya no hay salida, y tú mientras tanto mirando hacia otro lado, pero mirando de frente, no se si me explico... Joder con el poder de la imagen: mientras uno se queda embobado con ellas, ha quedado encerrado tras el muro, los ojos no son capaces de ver el proceso y progreso de construcción del muro si mira las proyecciones, es preciso concentrarse en el muro y olvidar la imagen para poder verlo.

¿No empezáis a sentir que el origen de ese olor del que os hablaba está cada vez más cerca? ¿No os pica ya la nariz? Pensad en las pantallas llenas de imágenes instaladas por toda la ciudad, en el metro, en autobuses, en las fachadas, en los televisores de vuestras casas, en vuestros teléfonos móviles, en todo aquello cuanto hagáis, miráis siempre una imagen, y no precisamente una creada por los Pink Floyd... ¿Habéis visto acaso a aquel que se ha sentado a vuestro lado, o en frente, o más allá?¿No os interesa saber que está vivo y que es como vosotros, que no es una imagen? Tal vez sea un cadáver...lo que huele, digo... el vuestro, el mío...

Pero vamos a rizar el rizo, durante todo este proceso de engaño visual que estamos viviendo, se sucede otro no menos preocupante, y personalmente molesto: casi un tercio de los tantos mil espectadores allí presentes se dedicó a grabar el concierto entero con sus cámaras o teléfonos móviles (cómo viene siendo habitual desde que estos pequeños aparatitos han traído "1984" de George Orwell a nuestro tiempo), es decir, a mirar (que no ver) el concierto a través de estos chismes, evitando la experiencia directa, malditos estúpidos, más os valdría comprar el DVD y verlo en casa y no gastar vuestro dinero y mi paciencia en los conciertos... Al próximo que se me ponga con una cámara delante jodiéndome el concierto se la meto por el culo, es una promesa, manteneos alejados, topos de asfalto...

La imagen que se formó durante algunos momentos del circo frente a mis ojos en esta experiencia estético musical de la que estamos hablando, fue cuanto menos significativa, a la par que extraña y amenazadoramente bella: un mar de pantallitas frente al escenario, fuegos fatuos 2.0. frente a un muro de mentiras... los pelos como escarpias, como dicen en mi pueblo...(1)

Así que resumiendo el proceso: se trata de no ver un muro tapado por una imagen que tampoco vemos sino es a través de aparatos (¿y quién hace esos aparatos...?¿ y por qué...? Adivinadlo...) que la procesen; o sea, ni siquiera vemos la imagen que tapa el muro, sino la copia de la imagen que tapa el muro, alucinante... acabaremos como Edipo, sacándonos los ojos, ¿cuanto os apostáis?

Desde luego no se si Waters tenía la intención de provocar en mí, lo que yo experimenté, pero me alegro de haber estado allí. Una peli cojonuda.

Os aconsejo que no subáis mucho el volumen porque el siguiente vídeo se oye como el culo y tampoco se ve muy bien: en definitiva una muestra de lo que estos tontos con cámara experimentaron, imaginad lo que vimos y oímos los que sólo utilizamos nuestro cuerpo.

Y por cierto, juraría que no más de unos pocos cientos entre miles, sabían y coreaban las letras de las canciones...¿por que será?...




(1) Un fuego fatuo (en latín ignis fatuus) es un fenómeno consistente en la inflamación de ciertas materias (fósforo, principalmente) que se elevan de las sustancias animales o vegetales en putrefacción, y forman pequeñas llamas que se ven andar por el aire a poca distancia de la superficie, se encuentran en los lugares pantanosos y en los cementerios. (Según wikipedia y eldiccionaroio de la RAE, que nunca mienten). Trasladen esta definición al concierto del que hablamos, y verán lo que yo ví: un ejercito de las tinieblas, de cadáveres podridos escuchando la música invisible que se adivina tras los muros de cemento de un puto cementerio; y sin fumar nada, lo aseguro...

2 comentarios:

GolfoRock dijo...

Muy buena crónica, jeje. Sabia que tenias buenas ideas dentro del tarro, peor no sabia que las sabias expresar así de bien.
Trabajando donde trabajo estoy acostumbrado a ver a esos zombis y titiriteros. Y lo digo porque hay mucho que exhibían como trofeo su entrada de "de güal", mientras me miran con cara de asco porque soy uno de esos ... iva a poner otras cosas.. pero dejemos lo en que de esos que intentan ser un poco libres de verdad.
Ademas a mi tampoco es que me entusiasme este disco, jeje coincido en que ni es lo mejor de los floyd ... ni es algo por lo que me gastaría ese pastizal.
Y voy a dejarlo ya que al final es mas largo que tu crónica.

Anónimo dijo...

jajaja...gracias por el supercomentario, así da gusto... Abrazossss...